Feliz domingo 29 de septiembre de 2017 es el “Día de los Ángeles y
Arcángeles” celebrando el Día de San Miguel Arcángel, Príncipe de la
Milicia Celestial.
Pedimos su
guía así como la de todos los Ángeles hacia la Luz.
Agradece a
Dios siempre. Oramos y meditamos Aquí y Ahora
en este momento Presente, cuidamos la Vida de todos los Seres y del Planeta
Tierra. Bendiciones! <3 O:)
Oración a San Miguel!! <3
O:)
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla;
sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas
del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno
con el divino poder a
Satanás y a los demás espíritus
malignos que andan
dispersos por el mundo
para la perdición de
las almas. Amén ! <3 O:)
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Cuerpo y el Alma. Vida y Salud de Nuestros Hermanos Animales y Hermanos Humanos
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y todos ! <3 O:)
Notas:
Evangelio Septiembre 29, 302019
Día litúrgico: Domingo XXVI (C) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc16,19-31):En aquel tiempo,
Jesús dijo a los fariseos: «Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino,
y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro,
que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que
caía de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Hasta los perros venían y le
lamían las llagas.
»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre
tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que
moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy
atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste
tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él
es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se
interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros,
no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.
»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también
ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los
profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de
entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a
Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».
«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al
contrario, sus males»
Rev. D. Valentí ALONSO i Roig - (Barcelona, España)
Hoy, Jesús nos encara con la injusticia social que nace de las
desigualdades entre ricos y pobres. Como si se tratara de una de las imágenes
angustiosas que estamos acostumbrados a ver en la televisión, el relato de
Lázaro nos conmueve, consigue el efecto sensacionalista para mover los
sentimientos: «Hasta los perros venían y le lamían las llagas» (Lc 16,21). La
diferencia está clara: el rico llevaba vestidos de púrpura; el pobre tenía por
vestido las llagas.
La situación de igualdad llega enseguida: murieron los dos. Pero, a la
vez, la diferencia se acentúa: uno llegó al lado de Abraham; al otro, tan sólo
lo sepultaron. Si no hubiésemos escuchado nunca esta historia y si aplicásemos
los valores de nuestra sociedad, podríamos concluir que quien se ganó el premio
debió ser el rico, y el abandonado en el sepulcro, el pobre. Está claro,
lógicamente.
La sentencia nos llega en boca de Abraham, el padre en la fe, y nos
aclara el desenlace: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y
Lázaro, al contrario, sus males» (Lc 16,25). La justicia de Dios reconvierte la
situación. Dios no permite que el pobre permanezca por siempre en el
sufrimiento, el hambre y la miseria.
Este relato ha movido a millones de corazones de ricos a lo largo de la
historia y ha llevado a la conversión a multitudes, pero, ¿qué mensaje hará
falta en nuestro mundo desarrollado, hiper-comunicado, globalizado, para
hacernos tomar conciencia de las injusticias sociales de las que somos autores
o, por lo menos, cómplices? Todos los que escuchaban el mensaje de Jesús tenían
como deseo descansar en el seno de Abraham, pero, ¿cuánta gente en nuestro
mundo ya tendrá suficiente con ser sepultados cuando hayan muerto, sin querer
recibir el consuelo del Padre del cielo? La auténtica riqueza es llegar a ver a
Dios, y lo que hace falta es lo que afirmaba san Agustín: «Camina por el hombre
y llegarás a Dios». Que los Lázaros de cada día nos ayuden a encontrar a Dios.
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